El plasma sanguíneo es una sustancia intercelular líquida (pH 7,34-7,36) en la que están suspendidas las células sanguíneas. Su proporción en la sangre es del 52-61 %.
Según la hipótesis existente, la composición del plasma sanguíneo es similar a la del agua de los mares prehistóricos en los que surgió la vida. Aproximadamente el 93% del plasma está formado por agua, el resto por proteínas, lípidos, hidratos de carbono, minerales, hormonas, vitaminas, etc. Las proteínas más importantes son la albúmina, la globulina y el fibrinógeno. Su función fisiológica es realmente polifacética: mantienen la presión coloidal-osmótica (oncótica), el volumen sanguíneo y el pH constantes, participan activamente en la coagulación de la sangre, determinan la viscosidad sanguínea, desempeñan un papel importante en los procesos inmunitarios y sirven de reserva de aminoácidos.
La transfusión de plasma con heparina en combinación con antibióticos reduce eficazmente el riesgo de muerte en la sepsis (siempre que el paciente no tenga enfermedades concomitantes graves)
Desde el punto de vista farmacológico, la función de transporte de las proteínas del plasma sanguíneo es de especial importancia: se combinan con una serie de sustancias (colesterol, bilirrubina, etc.) así como con fármacos (penicilina, salicilatos, etc.) y los transportan a los tejidos.